Inútil secretaria, inútil e incompetente para el trabajo, pero
que la chupaba con deleite. La criatura podía permanecer horas enganchada a mi
polla y yo podía permanecer horas con mi polla dentro de su boca.
Lo inesperado fue, que aquella mañana, cuando la secretaria
mamaba y yo me dejaba mamar, apareció de repente, la joven directora de nuestra
firma comercial, una mujer insignificante, pero con un par de tetas únicas y un
culo respingón y descarado al que solo le faltaba hablar. A mi secretaria y a
mí nos molesto, sin embargo, la interrupción y, sin prejuicio alguno, pedimos a
la inoportuna visitante que nos dejara tranquilos, que se fuera por donde había
venido.
¡Que coño! ni puto caso, la insatisfecha mujer, porque así
era, una insatisfecha, se plantó ante nosotros y comenzó a desabrocharse la
blusa. Sus enormes tetas saltaron como dos globos capaces de elevarse hasta el
infinito.
-¡Os despediré a los dos, si a partir de ahora, no dejáis
organizar este trabajo! Y comenzó a hacerlo, retiro a mi secretaria de mi
verga, y se la coloco entre los dos carnosos toneles de sus turgentes mamas.
¡Vaya caribeño que me hizo! La joven secretaria, mientras
tanto, se esforzaba en colgarse de mis huevos y entre las dos me obligaron a
correrme a borbotones.
El semen acumulado en mis testículos era tan abundante que
salió de mi cipote como un torrente descontrolado. Ellas dos tuvieron material
de macho bravío para transmitírselo, con sus propias lenguas de la una a la
otra.
¡Que viciosa! Pero que a gusto me dejaron, A gusto si, pero no
tranquilo, porque ellas no lo estaban.
Y minutos de sonrisas picarescas, de miradas cargadas de
lujuria, de ansias y de carnales apetitos.
-Ahora, nos toca a nosotras- susurro la directora con voz de
mando.
Y yo obedecí al punto, porque estaba en juego mi puesto de
trabajo.
-Tendréis que volver a enderezarme la polla- dije- porque me
la habéis dejado hecha una piltrafa-
Eran ambas tan expertas que en pocos segundos pusieron mi
bastón de mando en posición correcta.
-Soy Todo -Polla- me interrumpieron las dos a la vez.
Si grande eran las tetas de la directora, grande era su
felpudo y su conducto vaginal, por donde toda la carnaza de mi entrepierna en
un instante. Creo que le metí hasta los huevos.
¡Mas! ¡Mas! -Le escuchaba decir. Y más, más le daba yo.
Mi puesto de trabajo estaba seguro para toda mi vida laboral.
Tal como yo, mi secretaria quiso también asegurarse el puesto
de trabajo y comenzó a trabajarme por el culo. Así fue, como lo digo, comenzó a
trabajarme por el culo, metiendo por su agujero un dedito al principio, dos,
enseguida, y hasta tres algo más tarde. Nunca pensé que mi ano pudiera
dilatarse de esta manera. Pero se dilató. Y me dio mucho gusto. Lo confieso
sinceramente, me dio mucho gusto que los deditos de mi secretaria restregaran
lascivamente mis pliegues anales.
Cuantas sorpresas puede proporcionarnos nuestra naturaleza.
Pues para mí fue una sorpresa sentir un regusto infinito por mi parte trasera,
lugar de mi cuerpo que nadie, hasta entonces, había osado tocar.
Y perdí, claro esta, mi virginidad posterior con más
satisfacción que disgusto. Es lógico.
Mi rabo no dejaba de golpear las paredes vaginales de mi
directora, lo mismo que hacían los deditos de mi secretaria con las paredes de
mi ano.
Y para que todo fuera completo, retrasé uno de mis brazos en
busca de la carnosidad melosa que entre las piernas tenía la incompetente
jovencita. Y las masturbé, la masturbé generosamente, porque generosamente me
estaba masturbando ella por detrás.
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